El
diálogo
Consiste en hacer dialogar a las
distintas partes que se oponen en el individuo, y en poner en contacto aquéllas
otras que negamos o rechazamos.
Esta visión de los opuestos
procede de las tradiciones y de las religiones orientales. No obstante, fue
Jung el primero en darse cuenta de la polaridad de la conducta, de los
opuestos, que se dan, incluso, en la naturaleza, y de cómo, cuando una de las
características de esta polaridad se vuelve muy marcada.
Como ejemplo de polaridades
podemos citar: "el pasivo y el activo", "el opresor y el
oprimido", "el triste y el alegre", entre otras muchas. Esta
aplicación a la conducta y a la personalidad abrió un amplio campo para
explorar la psicología de los opuestos y la compensación de ambos. Si uno ocupa
mucho espacio, irremediablemente el otro disminuye su presencia.
Esta misma polaridad también se
expresa con distintas partes del cuerpo, como por ejemplo con "la mano
derecha y la mano izquierda", o en el espacio con "arriba y
abajo" o en el tiempo con "antes y después".
La técnica de la silla caliente
la persona va entablando diálogos entre las dos partes hasta que las integra y
las hace suyas, reincorporándolas a su personalidad, en especial aquellas
partes de sí mismo alienadas y proyectadas. También puede desarrollarse el diálogo
entre el paciente y alguna persona significativa para él.
Cuando se descubre que existe una
desintegración en la personal, el terapeuta sugiere a ésta que experimente
tomando en cuenta cada parte del conflicto, una a una, haciendo un diálogo
entre ellas. También se puede establecer un diálogo con otra persona que es
significativa para el paciente y está ausente, es decir, que imagine que la
persona está frente a ella para poder establecer un diálogo.
Por otro lado, también se puede
formar un diálogo entre diferentes partes del cuerpo, como por ejemplo, se me
ocurre que alguna parte del cuerpo le sea un tanto “molesta”, tomaré como
ejemplo un tumor maligno en el estómago (cáncer en el estómago), se le pide a
la persona que le hable al cáncer, que le diga todo lo que le hace sentir, o
también hablar con sus manos, sus pies, sus ojos, expresando el sentimiento que
emana hacia cada una de las partes del cuerpo del paciente.
Por medio de este juego, el
paciente va adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar partes suyas
proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del
otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión
nueva que puede ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos,
pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.
1. ¿Cuándo se aplica la técnica?
Cuando se descubre que en el paciente existe una desintegración en su personal. El objetivo es favorecer el contacto entre los aspectos que componen el conflicto para recuperar la vitalidad de las partes de sí mismo.
2. ¿Qué sujetos pueden ser objeto de la aplicación de esta técnica?Como mencionaba anteriormente, un sujeto con una desintegración de sí mismo es un buen “candidato” para realizar ésta técnica. Tomando en cuenta que la desintegración puede ser a nivel emocional o físico.
3. ¿Cuáles son las
instrucciones específicas de la técnica?
Se
coloca físicamente frente al paciente una silla en la cual se desarrollará este
procedimiento. Se le pide concentrar toda su atención en la silla e
imaginar la figura previamente identificada, por ejemplo, una persona querida
que ha fallecido, o una persona con la que tuvo algún problema y/o
distanciamiento.
La forma cómo se desarrolla este
procedimiento cambia dependiendo
de aquello que se proyecte en la silla; no es lo mismo trabajar con algún
acontecimiento o con alguna persona no disponible, que hacerlo con algún
aspecto de la propia personalidad.
Con un
acontecimiento la experiencia es
más narrativa. El paciente
recapitula lo sucedido y el terapeuta interviene haciendo énfasis en el sentimiento o la emoción que acompaña la situación
descrita, pidiendo paralelamente a la persona que se percate de lo que está
sintiendo. De esta forma, la silla actúa a modo de pantalla, donde el paciente focaliza
su atención y proyecta su percepción del acontecimiento.
Él
narra y describe lo sucedido, identifica sus emociones y sentimientos ligados a
cada elemento significativo de tal acontecimiento, expresa y libera profundas
tensiones internas, establece contacto, y finalmente toma conciencia del significado que ha asignado al acontecimiento y del modo en que éste interfiere en su vida.
En
cambio, cuando se trabaja en la silla algún aspecto de la propia personalidad, la experiencia se vuelve más interactiva y dialogal. El
terapeuta dirige la intervención hacia el momento más intenso emocionalmente
para el paciente. El paciente establece contacto y el terapeuta
contribuye a maximizarlo para que ocurra el “darse cuenta”.
Cuando
en la silla se deposita algún aspecto de la propia personalidad del paciente,
éste tiene la oportunidad de mirarse y
examinarse a distancia, “desde fuera”, logrando una impresión más imparcial de sí mismo. Por lo general, se
trabaja con aquel aspecto negado o rechazado. La
proyección física, expone ante los ojos del paciente aquello que no quiere
mirar y tanto teme; la persona no únicamente se sienta en frente, también se
comunica con aquel aspecto y empatiza
con él. Por ejemplo cuando se trata que hable con algo que le disgusta de él
mismo o que le causa algún malestar tanto emocional como físico (sus manos,
pies, estómago, etcétera).
Y
cuando se pone en la silla a una persona
significativa en la vida del paciente que puede no estar disponible por diversas causas, la persona aprende
que, si bien, ya no tiene existencia en la realidad física, esta persona sí existe en la realidad psicológica.
El paciente utiliza su imaginación para rellenar con la presencia de tal
persona, el espacio vacío de la silla. El terapeuta le pide primero que lo
describa físicamente para darle fuerza a tal imagen y presencia, dirige la
intervención hacia el momento de mayor intensidad emocional, detiene el proceso
y facilita la toma de contacto. El paciente se comunica directamente con
la persona imaginada en la silla. El terapeuta sigue muy de cerca este
dialogo, haciendo énfasis en el
presente, en el sentimiento y en el cuerpo del paciente, alentando la expresión de emociones, y fortaleciendo el “darse cuenta”.
A lo
largo de la sesión, existen diversos intercambios
de silla. El paciente ocupa tanto la silla donde se ha sentado en el
inicio, como la silla que ocupa la proyección. De este modo, él podrá
sentir la situación, elemento o persona no disponible que ha proyectado en la silla,
y establecer un diálogo.
El número de cambios de silla vendrá
determinado por la cantidad de diálogo necesario. En ocasiones bastará
con un único cambio; otras, se precisará de varios intercambios para facilitar
la expresión de emociones y sentimientos.
4. ¿Cuáles son los resultados esperables de la
técnica?
Se espera que
el paciente adquiera la habilidad no sólo de
reincorporar partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad
de ponerse en el lugar del otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción
del otro, con una visión nueva que puede ser enriquecedora para él y para la
relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.
5. ¿Cómo se evalúa la efectividad de la
técnica?
La efectividad de la prueba se verá
reflejada cuando el paciente se sobreponga de los síntomas, cuando ya se le
pueda observar más “completo”, más íntegro. La efectividad también dará como
una respuesta de mejora, el dejar el bloqueo, para así permitirle a la persona
autorrealizarse, crecer y sentirse totalmente
satisfecho.
6. ¿Es necesario materiales especiales para la
técnica?
No,
no se requiere de materiales especiales.
BIBLIOGRAFIA:
By: Zárate Espinosa de los Monteros Yereni
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