TÉCNICA 5: El diálogo



El diálogo



Consiste en hacer dialogar a las distintas partes que se oponen en el individuo, y en poner en contacto aquéllas otras que negamos o rechazamos.
Esta visión de los opuestos procede de las tradiciones y de las religiones orientales. No obstante, fue Jung el primero en darse cuenta de la polaridad de la conducta, de los opuestos, que se dan, incluso, en la naturaleza, y de cómo, cuando una de las características de esta polaridad se vuelve muy marcada.
Como ejemplo de polaridades podemos citar: "el pasivo y el activo", "el opresor y el oprimido", "el triste y el alegre", entre otras muchas. Esta aplicación a la conducta y a la personalidad abrió un amplio campo para explorar la psicología de los opuestos y la compensación de ambos. Si uno ocupa mucho espacio, irremediablemente el otro disminuye su presencia.
Esta misma polaridad también se expresa con distintas partes del cuerpo, como por ejemplo con "la mano derecha y la mano izquierda", o en el espacio con "arriba y abajo" o en el tiempo con "antes y después".


La técnica de la silla caliente la persona va entablando diálogos entre las dos partes hasta que las integra y las hace suyas, reincorporándolas a su personalidad, en especial aquellas partes de sí mismo alienadas y proyectadas. También puede desarrollarse el diálogo entre el paciente y alguna persona significativa para él.
Cuando se descubre que existe una desintegración en la personal, el terapeuta sugiere a ésta que experimente tomando en cuenta cada parte del conflicto, una a una, haciendo un diálogo entre ellas. También se puede establecer un diálogo con otra persona que es significativa para el paciente y está ausente, es decir, que imagine que la persona está frente a ella para poder establecer un diálogo.
Por otro lado, también se puede formar un diálogo entre diferentes partes del cuerpo, como por ejemplo, se me ocurre que alguna parte del cuerpo le sea un tanto “molesta”, tomaré como ejemplo un tumor maligno en el estómago (cáncer en el estómago), se le pide a la persona que le hable al cáncer, que le diga todo lo que le hace sentir, o también hablar con sus manos, sus pies, sus ojos, expresando el sentimiento que emana hacia cada una de las partes del cuerpo del paciente.

Por medio de este juego, el paciente va adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión nueva que puede ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.

1. ¿Cuándo se aplica la técnica?

Cuando se descubre que en el paciente existe una desintegración en su personal. El objetivo es favorecer el contacto entre los aspectos que componen el conflicto para recuperar la vitalidad de las partes de sí mismo.

2. ¿Qué sujetos pueden ser objeto de la aplicación de esta técnica?Como mencionaba anteriormente, un sujeto con una desintegración de sí mismo es un buen “candidato” para realizar ésta técnica. Tomando en cuenta que la desintegración puede ser a nivel emocional o físico.

3. ¿Cuáles son las instrucciones específicas de la técnica?
Se coloca físicamente frente al paciente una silla en la cual se desarrollará este procedimiento.  Se le pide concentrar toda su atención en la silla e imaginar la figura previamente identificada, por ejemplo, una persona querida que ha fallecido, o una persona con la que tuvo algún problema y/o distanciamiento.
La forma cómo se desarrolla este procedimiento cambia dependiendo de aquello que se proyecte en la silla;  no es lo mismo trabajar con algún acontecimiento o con alguna persona no disponible, que hacerlo con algún aspecto de la propia personalidad.
Con un acontecimiento la experiencia es más narrativa.  El paciente recapitula lo sucedido y el terapeuta interviene haciendo énfasis en el sentimiento o la emoción que acompaña la situación descrita, pidiendo paralelamente a la persona que se percate de lo que está sintiendo.  De esta forma, la silla actúa a modo de pantalla, donde el paciente focaliza su atención y proyecta su percepción del acontecimiento. 
Él narra y describe lo sucedido, identifica sus emociones y sentimientos ligados a cada elemento significativo de tal acontecimiento, expresa y libera profundas tensiones internas, establece contacto, y finalmente toma conciencia del significado que ha asignado al acontecimiento y del modo en que éste interfiere en su vida.
En cambio, cuando se trabaja en la silla algún aspecto de la propia personalidad, la experiencia se vuelve más interactiva y dialogal.  El terapeuta dirige la intervención hacia el momento más intenso emocionalmente para el paciente.  El paciente establece contacto y el terapeuta contribuye a maximizarlo para que ocurra el “darse cuenta”. 
Cuando en la silla se deposita algún aspecto de la propia personalidad del paciente, éste tiene la oportunidad de mirarse y examinarse a distancia, “desde fuera”, logrando una impresión más imparcial de sí mismo.  Por lo general, se trabaja con aquel aspecto negado o rechazado.  La proyección física, expone ante los ojos del paciente aquello que no quiere mirar y tanto teme; la persona no únicamente se sienta en frente, también se comunica con aquel aspecto y empatiza con él. Por ejemplo cuando se trata que hable con algo que le disgusta de él mismo o que le causa algún malestar tanto emocional como físico (sus manos, pies, estómago, etcétera).
Y cuando se pone en la silla a una persona significativa en la vida del paciente que puede no estar disponible por diversas causas, la persona aprende que, si bien, ya no tiene existencia en la realidad física, esta persona sí existe en la realidad psicológica.  El paciente utiliza su imaginación para rellenar con la presencia de tal persona, el espacio vacío de la silla. El terapeuta le pide primero que lo describa físicamente para darle fuerza a tal imagen y presencia, dirige la intervención hacia el momento de mayor intensidad emocional, detiene el proceso y facilita la toma de contacto.  El paciente se comunica directamente con la persona imaginada en la silla.  El terapeuta sigue muy de cerca este dialogo, haciendo énfasis en el presente, en el sentimiento y en el cuerpo del paciente, alentando la expresión de emociones, y fortaleciendo el “darse cuenta”.
A lo largo de la sesión, existen diversos intercambios de silla. El paciente ocupa tanto la silla donde se ha sentado en el inicio, como la silla que ocupa la proyección.  De este modo, él podrá sentir la situación, elemento o persona no disponible que ha proyectado en la silla, y establecer un diálogo.
 El número de cambios de silla vendrá determinado por la cantidad de diálogo necesario.  En ocasiones bastará con un único cambio; otras, se precisará de varios intercambios para facilitar la expresión de emociones y sentimientos.
4.  ¿Cuáles son los resultados esperables de la técnica?
Se espera que el paciente adquiera la habilidad no sólo de reincorporar partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión nueva que puede ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.

5.  ¿Cómo se evalúa la efectividad de la técnica?
La efectividad de la prueba se verá reflejada cuando el paciente se sobreponga de los síntomas, cuando ya se le pueda observar más “completo”, más íntegro. La efectividad también dará como una respuesta de mejora, el dejar el bloqueo, para así permitirle a la persona autorrealizarse,  crecer y sentirse totalmente satisfecho.

6.  ¿Es necesario materiales especiales para la técnica?

No, no se requiere de materiales especiales. 



BIBLIOGRAFIA:

·         http://youtu.be/VySRq2Nt21Y





By: Zárate Espinosa de los Monteros Yereni

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